domingo 26 de junio de 2016
adoniaaa
Por Lola Castets
Vi en la línea B del subte una publicidad del servicio 4G Movistar que decía "Subí tu video en esta estación y fijate quién le puso like en la siguiente". Cuánta demora, pensé, entre Carlos Pellegrini y Uruguay hay un minuto cuarenta segundos, y yo tengo ganas de chusmear quién puso 'me gusta' ahora y ya.
En esto estaba cuando me acordé de que hoy, 22 de junio, se cumplen treinta años del partido Argentina – Inglaterra del Mundial 86. Treinta años de la Mano de Dios. Y del Gol a los Ingleses. Con mayúscula, con referencia propia. No hay confusión posible, el único Gol a los Ingleses es el del Diego dejando atrás a siete jugadores en diez segundos seis décimas de corrida y toqueteo, despliegue y zurda. Cómo puedo ser nostálgica de algo que no viví, pienso. Cómo puedo llorar con la voz de otros, que pudieron verlo antes que yo, y que lloran por la posibilidad de estar en ese momento y en ese espacio. Lloran por poder decirle a los demás que vieron eso que los mortales escuchamos, o miramos extasiados la repetición infinita del video. Y es que ya no queda nada que no pueda verse en Internet. No queda nada que no tenga la posibilidad de ser creado y transmitido a la otra mitad del planeta. Ahora y ya. Entre Carlos Pellegrini y Uruguay. Y en este mar de información, lo único se vuelve imposible. Pero está esto: el testimonio de lo irreproducible, de lo que pasó una vez y nunca más va a volver a ocurrir.
De ahora en adelante, un buen gol será como el del Diego a los Ingleses. Villa Fiorito, Italia, las nenas, los noventa, Claudia, Coppola, Napoli, Barcelona, la Tota, Boca, Caniggia, Bilardo. Todo eso que lo hace único en tiempos de enloquecida producción en serie. En plena repetición hasta el hartazgo, está él.
Felices treinta para todos nosotros, testigos de la única religión laica del mundo.
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