lunes 20 de junio de 2016
Los SuperPapás
Por Deborah Maniowicz
El caso de Lorena Bambardelli ocupó varios minutos de aire en 2015. Estaba cursando el séptimo mes de embarazo de su cuarto hijo cuando sintió un fuerte dolor abdominal y le pidió a su pareja, Aldo Dianez (31), que la llevara a la guardia de la clínica Boedo de Lomas de Zamora. La dejaron internada y aunque ella insistió con que tenía contracciones de parto – luego de tener tres hijos, las conocía perfecto – le dijeron que no se preocupara. El 25 de marzo Rodrigo nació en el baño. Lorena no aguantó la necesidad de pujar y Aldo fue el único que la asistió. El bebé quedó un mes en neo porque no había desarrollado bien sus pulmones y Lorena, internada por un cuadro de fiebre que no se iba. Estuvo 45 días, enfrentó seis operaciones por restos de placenta y el 6 de mayo murió.
"Hasta los 44 vivía en libertad absoluta: pasé a ser padre, padre con mujer moribunda y padre solo" (Sebastián Corona)
En cuestión de días la vida de Aldo cambió de forma radical. De vivir con su mujer y sus tres hijos en un una casa de Banfield pasó a ser el único sostén de un hogar de cinco con lo que implica, además, tener a cargo a un recién nacido; se mudó al departamento de sus padres en Capital, cambió a sus hijos de colegio y se hizo cargo del negocio de su mujer, la empresa de pizza party Il Nicco. "Ahora somos un equipo de fútbol 5", bromea Aldo haciendo referencia a sus cuatro hijos varones: Nicolás (10), Thiago (7), Martín (4) y Rodrigo (1).
Matías Mazzucco (36) comparte con Aldo el peso de ser padre solo. En el séptimo mes de embarazo Samanta, su mujer, se palpó un granito en el pecho. El resultado de una punción urgente anunció lo indeseado: "cáncer de mama". A los veinte días, Mía nació por cesárea programada: Samanta tenía que empezar el tratamiento y no había tiempo que perder. El diagnóstico era muy malo: un tumor triple negativo, sin cura y con una esperanza de vida corta. Pero Samanta le hizo frente al pronóstico y la peleó hasta el segundo cumpleaños de su hija.
"La agonía de dos años con una recién nacida" fue preparando a Matías para la crianza a tiempo completo. Durante la enfermedad de su mujer, su suegra se había mudado con ellos para darles una mano, pero cuando Samanta murió, Matías decidió que lo mejor era irse a vivir solo con Mía – hoy de 4 años –. Y se hizo cargo de todo, con lo que "todo" implica: prepararle las comidas, comprarle ropa, vestirla, llevarla, traerla, leerle cuentos, pedir turnos, dormirla y un sinfín de etcéteras.
Sebastián Corona (48) también quedó viudo después de una larga agonía de su mujer. María Vázquez murió a los 43 años, en abril de 2015, cuando su hijo Nippur (por el guerrero de Lagash, personaje de un cómic) tenía apenas tres. Un cáncer de ovarios con metástasis derivó en la extracción completa de su útero, una histerectomía y quimioterapia, que al principio funcionó pero después no.
Cuando enfermó María, Sebastián tuvo que cambiar su estilo de vida. "La primera decisión que tomé fue largar el laburo full time que tenía en un ONG y dedicarme a cuidarla a ella y a Nippur. No contemplé dejarlo con la abuela o con amigos porque la prioridad fue que estuvieran cerca todo lo que se pudiera. De un momento a otro, me tuve que convertir en otra persona. Hasta los 44 no tenía responsabilidades y vivía en una libertad absoluta. De ahí pasé a ser padre, padre con una mujer moribunda y padre solo. Mi vida se dio vuelta como una media".
Aldo, Matías y Sebastián les explicaron a sus hijos todo lo que les había pasado a su mamá. Matías dice que esa es la parte más difícil de la crianza: explicarle a Mía cada vez que pregunta por qué mamá no está y no va a estar, y hacerlo sin quebrarse. "Hace un tiempo le compré una Barbie con alitas y lo primero que me dijo fue que quería polvito de hadas para poder ir al cielo, darle un beso a mamá y volver. Al tener que ocuparse de todo, el duelo también se hace difícil. Yo no tenía cuándo poder aflojarme y llorar, eso fue muy duro". Aldo tiene tatuada a su mujer en el brazo izquierdo y todas las noches, antes de acostarse, Martín le pide que se levante la remera para poder darle un beso a su mamá. Sebastián dice que Nippur la tiene clarísima: "En su momento le explicamos que estaba enferma y que se iba a morir. Tenía tres años y a esa edad todo es natural. No tienen la carga del pasado y el futuro, viven en presente continuo. Él lo había naturalizado tanto que me preguntaba si yo también me iba a morir o si incluso él se iba a morir".
"Ahora somos un equipo de fútbol 5", bromea Aldo en referencia a sus cuatro hijos varones, de 10, 7, 4 y 1 año
En algunos casos se había charlado de antemano sobre qué crianza querían para sus hijos. Matías y Samanta, por ejemplo, habían conversado varias veces sobre el tipo de colegio que querían para Mía y de cómo lograr que "no sea adicta a la tecnología, sea creativa y se divierta como nos divertíamos nosotros en nuestra infancia".
Sebastián y María llevaban juntos 23 años, así que "estaba todo dicho". "Nuestra prioridad era que Nippur crezca en libertad, para ser quien quisiera. Eso es lo que los dos deseábamos y estaba tan claro que ni lo hablábamos", cuenta Sebastián.
Lo que hizo María fue dejarle a su hijo un cuaderno – que derivó en el libro El cuaderno de Nippur (Planeta), una joya de la literatura del yo – contándole sobre el día a día de su enfermedad, con consejos para cuando sea grande, cartitas, pensamientos y dibujos. "Mamá te ama con el corazón como la cerda a su cerditos. No, mentira, infinito punto rojo, hasta el cielo ida y vuelta y más. Es un amor que dura para siempre, como el agua, el fuego, la tierra y el aire. Y aunque mamá no esté ese amor va a existir igual para siempre, siempre, siempre, siempre, siempre", empieza el libro, que ya va por su cuarta edición. Sebastián tiene guardado el original para dárselo a Nippur cuando aprenda a leer.
En los últimos años, el rol de los padres fue cambiando. Hace algunas décadas era impensado ver hombres en los cursos de preparto u opinando en foros sobre crianza y alimentación infantil. Si vamos dos generaciones atrás, tampoco cambiaban pañales o se encargaban de las tareas de la casa. Hoy se habla de la "depresión masculina posparto", en las reuniones de padres del colegio hay madres y padres por igual y la mirada del entorno es más suave que en otros momentos.
A la fuerza, tuvieron que aprender algunas cosas de las que antes se encargaban sus mujeres. Todos los días, Aldo revisa las carpetas de Nicolás y Thiago y los ayuda con los deberes escolares. Sebastián se considera "una experta en ahorros (sic) del supermercado Día". Matías dice que una de las cosas más difíciles que tuvo que aprender fue a peinar a Mía: "Le pedí a un peluquero amigo que me enseñe a hacerle trenzas porque todas sus amiguitas usaban y ella también quería. Uno se convierte en un papá-mamá". Justamente, muchos especialistas resaltan que los roles no son fijos y perfectamente el padre (o cualquier persona que esté en el día a día) puede encargarse de las tareas que antes hacía la madre.
Tener que ocuparse de todos los quehaceres de la casa, además de la crianza y el trabajo, los hizo valorar a todos el trabajo de ama de casa. Sebastián dice que "está infravalorado por años de machismo. Ocuparse de la casa, las comidas, el día a día no es poco. Son cosas primordiales en la vida. Ahora no pienso que para realizarme tengo que tener un trabajo full time fuera de casa. Eso sí: no sé nada de suavizantes ni qué se puede mezclar con qué, yo meto todo en el lavarropas y sale bien". Para Matías, "el trabajo de ama de casa debería ser el mejor pago. Todo lleva mucho tiempo; me levanto a las corridas para prepararle el desayuno, le cocino la vianda para que se lleve al colegio y a la noche hago la cena. Hay mucho que aprender, por ejemplo, cómo combinar la ropa que le preparo para salir".
De todas formas, los tres buscan que sus hijos tengan referentes femeninos. Por eso, en la red de contención de las tres familias hay mujeres ayudando. A nivel práctico, Aldo cuenta que lo más difícil es cuando los chicos tienen un acto escolar. El mes pasado le tocó vestirlos de granaderos y fue su madre quien se ocupó de conseguir la ropa y armar los disfraces. "En el colegio todos la conocen y saben perfectamente nuestra situación. A las reuniones de padres a veces va ella y a veces voy yo, somos dos referentes", cuenta.
Así como en las películas que tienen como protagonistas a padres solos con hijos pequeños, estos intentan conseguirles novia a sus papás, Nippur le deslizó varias veces la idea a Sebastián. Un día le dijo que quería una mamá nueva y Sebastián le explicó que "su mamá es María, que lo tuvo en la panza, y que no va a tener otra mamá". Nippur respondió que ya sabía, pero que quería una que lo cuide. También le dijo que sería una buena idea que se case. Sebastián también recuerda una vez que vino una amiga a la casa: Nippur la invitó a vivir y le dijo que "tenemos camas muy cómodas".
Aldo comparte con sus hijos la pasión por Independiente. Matías, que además es músico, pasa horas bailando y cantando con Mía, y para Sebastián no hay mejor plan que llevar a Nippur a la plaza de la vuelta de su casa. El domingo 16 es el Día del Padre. Matías y Aldo se van a juntar a comer con la familia extendida (abuelos, tíos, cuñados). Sebastián no va a hacer nada en particular porque cree que es un día comercial. Va a jugar con su hijo, preparar la comida, salir a pasear y posiblemente ver alguna película. Como todos los días. Porque, – nunca mejor dicho – para ellos, el Día del Padre es todos los días.
La vida de un padre abrumado
Así como los que muchas veces se encargan de la crianza y las tareas de la casa no son las mujeres sino los hombres, los abrumados por el día a día también son ellos. Porque si la paternidad es comprometida, también agota. O eso es lo que demuestra Iñaki Echeverría en su libro La vida de un padre abrumado (Sudamericana). Echeverría es ilustrador y humorista gráfico. Desde que nació su hija mayor, hace seis años, publica en Página 12 una tira ("Padre abrumado") sobre su vínculo con sus dos hijas (la menor tiene cuatro años).
"Trabajo en mi casa y paso mucho tiempo con las dos. Soy un padre absolutamente presente. Cuando eran chicas dibujaba en un quilombo de papeles que se caían y ellas venían y los comían. Un día llegué a preguntarle al pediatra cuánto papel podían comer mis hijas para que no les haga mal", cuenta entre risas el dibujante. Al principio pensó que era un tema que se agotaba enseguida, pero con el correr de las semanas se dio cuenta de que había material para rato.
Echeverría aclara que su mujer y madre de sus hijas está superpresente pero que no la incluye en la sátira porque la paternidad es uno a uno y sobre todo los padres, que no hacen tribu, suelen estar muy solos en muchos aspectos de la crianza. "Además –dice– entendí que el protagonista era yo. El libro también es sobre la soledad en el vínculo de a dos; vos solo con ese universo nuevo. Es una especie de burbuja en la que solo estamos mis hijas y yo".
El dibujante afirma que el 90 por ciento de las situaciones que plantea la tira las vivió en carne propia, "aunque las bajo con una vuelta humorística". Echeverría dice que al principio a sus hijas no les gustaba mucho verse en el diario (las protagonistas son muy parecidas a ellas), pero "ahora se pelean para ver quién sale más y si una aparece dos semanas seguidas, la otra me reclama".
Ahijar a nuestros hijos trasciende roles
Por Revista Veintitrés
Por Mauricio J. Strugo
Psicólogo y psicoterapeuta Gestalt,
Psicólogo y psicoterapeuta Gestalt,
epecialista en parejas y familias
Históricamente, el concepto de Padre surgió como una manera de control, para asegurar su herencia a quienes ellos consideraban sus hijos –solo los que el pater familia alzaba en brazos–. Un enorme avance se produjo cuando los hombres, de ser clientes en el bar de la esquina del hospital, con varios puchos fumados y mucha ansiedad, esperando a que alguien les avisara sobre el destino de su mujer y su nuevo hijo (ni siquiera se podía saber el sexo), pasamos a la sala de parto: el hecho de estar juntos y poder ver por primera vez al hijo que ambos posibilitaron es el comienzo del convertirnos en una familia con mucha más responsabilidad y compromiso. Un pacto que se sella en los primeros momentos de vida.
Pero… ¿sólo por haber engendrado un hijo ya nos convertimos en padres? Biológicamente sí, pero para ser padres tenemos que "ahijar" a nuestros hijos, darles lugar, hacerlos sentir como tales y mostrarles ese amor incondicional que sucede solamente en el vínculo de los padres con los hijos; ahijar a nuestros hijos trasciende roles, lo puede hacer mamá o papá y es posible también con los hijos del corazón.
Cuando al hombre le toca criar solo, puede ser muy difícil, sobre todo si uno quiere ocupar el lugar de la madre ausente, porque no se puede sustituir al otro ni tapar la falta; en la emergencia se suele hacer esto, hasta que aprendemos a confiar que la mejor enseñanza para nuestros hijos es tener presentes a esa madre y compañera a lo largo de la crianza, entendiendo que nuestra brújula como familia deberá apuntar siempre a vivir en el "Amor". Y aquí más que nunca vale la pena rescatar su etimología: A=No, Mor=Muerte; entonces Amor sería "No Muerte".
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