Éticas de la repetición
Oscar Steimberg se pregunta en este artículo escrito para La Tecl@ Eñe, si dentro de las corrientes o agrupaciones políticas y sus diferencias, permanece más allá de las confrontaciones y de los cambios operados en la palabra y en la acción, el reconocimiento de la vigencia de objetivos que refuten la idea de que nada puede decirse, pensarse o acordarse en el campo de lo político.
Por Oscar Steimberg *
(para La Tecl@ Eñe)
Desde distintas perspectivas, hoy se trabaja sobre los cambios ocurridos en la palabra política, o en los conceptos contemporáneos acerca de lo político. Así, se señala que ya nada se presenta como verdad o como doctrina sobre lo que se pueda decir acerca de lo que debe hacerse, o sobre lo que debería pensarse para poder hablar y acordar políticamente con el otro. Que sí se presentaría como opción momentánea, relativa y modificable en otro tiempo político, tal vez peligrosamente próximo. Sin embargo algo puede permanecer como diferencia entre corrientes o entre agrupamientos con diferenciaciones provisorias. Y permanecer más allá de las definiciones de cada confrontación, provisoria, que tome la escena: el reconocimiento del carácter permanente de la vigencia de algunos objetivos de la acción. Podría decirse también: la explicitación de esos objetivos. Por ejemplo, de aquellos que se relacionan con el procesamiento de los modos de emergencia y profundización de carencias económicosociales vigentes en la cotidianeidad de amplios sectores sociales.
Las diferencias entre distintos tipos de populismo (elección clasificatoria hoy presente en muy distintas opciones del comentario analíticopolítico) pueden nombrarse a partir del grado de explicitación del carácter de esas diferencias: es cierto que hay populismo tanto en la historia discursiva del kirchnerismo como en la del macrismo; pero también lo es que los conceptos que definen opciones dentro de lo que genéricamente que anuncia esa condición se oponen nítidamente entre sí. Las políticas y sobre todo las medidas de gobierno de la etapa kirchnerista refirieron, sin lugar a dudas, a la toma de partido en confrontaciones que dividían a poderosos y excluidos a partir del resultado de procesos y prácticas concretos (creo que puede citarse aquí a Laclau en sus definiciones generales acerca de los distintos sentidos de la razón populista en su capítulo final, especialmente cuando cita al Freud que pide "no sucumbir nunca al terrorismo de las palabras", y continúa: "una de las formas principales que toma esa pusilanimidad en la actualidad es el reemplazo del análisis por la condenación ética").
Un populismo y otro van definiendo su lugar de acción y su discurso en términos de temas compartibles de cada momento de confrontación, pero esas definiciones de actores y momentos están presentes en un caso y cuidadosamente ausentes en el otro. Y tanto en relación con lo que se postula como lo bueno como en lo que se define como lo malo de la historia. Las denuncias de corrupción, al ocupar todo el espacio abierto para la denuncia de lo malo del gobierno anterior convierten al actual discurso pro oficial en la postulación permanente de que la política es la puesta en fase del honesto y el corrupto, con la cómica asunción por el denunciante del primer lugar en esa tan dura construcción retórica, y se sabe: si todo ocurre entre honestos y corruptos, la historia política, en su conjunto, pasa a una absoluta condición de prescindibilidad.La bondad adjudicada a las políticas económicas quedará implícitamente fundamentada a partir de la referencia a un honesto hacer lo que se debe, más allá de cualquier propuesta específica en algún plano de elección teórica o metodológica. Hay, obviamente, una jerarquía de problemas y de tiempos para su registro y solución: lo atinente a medidas postuladas como necesarias desde cálculos de gestión de orden general, como las correcciones en las tarifas del gas o la luz, será de consideración más urgente que la de la atención a las necesidades de supervivencia de cada segmento poblacional en cada región del país. Y crecerá entonces, a partir de cada silencio o postergación temática del tratamiento oficialista de la actualidad, la intensidad y presencia comunicacional de la construcción retórica en la que se despliegue la fundamentación de la pertinencia de esa jerarquía.
Como se trata de una fundamentación permanente de los valores comunicacionales de lo directo, de lo sencillo, de lo evidente, de lo ya sabido y lo ya dicho, una retórica con valores de infinita repetición y cotidianeidad tomará la escena. Con recursos a veces envidiables desde cualquier otra perspectiva discursiva: se trata de recursos que pueden llegar incluso a poner en valor la torpeza de un decir atravesado por errores de sintaxis y derivas de adjetivación. Porque si los valores a proponer son siempre los mismos, los descuidos expresivos estarán ahí para decir que son el indicador de una serenidad profunda del enunciador: puedo dejarme llevar por un ritmo, por un parecido de vocales o de motivos… Total, no me hace falta buscar nuevos sentidos para la frase: son esos que vienen desde siempre.
Desde el otro lado, se cargará con la necesidad de empezar de nuevo la búsqueda de formas y contenidos pertinentes para un discurso que deberá hacerse cargo de la trágica diversidad de los problemas ocultos detrás de esa sonriente construcción de la repetición.
* Semiólogo y poeta
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