domingo 31 de julio de 2016
A Mágico González le hablaban los pies. El fútbol del salvadoreño se comparaba al de Maradona. Crónica va a El Salvador al encuentro de ese genio loco que decidió, por desinterés, descolgarse del cielo. "Hoy no sé si jugará, aunque es su equipo, muchas veces si llega tarde no le sacan", nos dice La Chelona Rodríguez, la otra estrella del fútbol salvadoreño y quizá la persona que mejor conoce a Mágico González.
"Jorge con 16 años entraba en el estadio y lo primero que hacía era asomar la cabeza para ver el terreno. Lo que le gustaba era ver campos distintos", explica La Chelona. Ya era entonces rebelde: "Si el entrenador decía que no nos podíamos duchar antes del partido, él se duchaba y salía al campo con perfume", dice su compadre.
Entonces llegó el Mundial de España de 1982, en el que se clasificó El Salvador, y su vida giró. "Esta historia no se ha contado nunca. Acabó el Mundial y nos fuimos un mes de viaje por España. En una ocasión estábamos en la playa tras tres días sin dormir y llegaron tres hombres trajeados de negro del Málaga que querían ficharlo", cuenta La Chelona. ¿Y qué pasó? "Nos fuimos a Cádiz y lo fichó el presidente Irigoyen en un hotel. Le dijo que se fuera para el estadio a la presentación. Le dijimos que ya íbamos, salimos del hotel y tomamos un taxi para Sevilla". ¿No fuisteis a la presentación? "No. De Sevilla nos fuimos una semana a Madrid donde la pasamos en discotecas. Entonces Mágico me dijo que no se quedaba en Cádiz hasta que aparecieron dos tipos que parecían policías y amenazaron con detenerle si incumplía el contrato", cuenta La Chelona.
¿Se acostumbró rápido? "Al principio me llamaba diciendo que se quería ir y al poco me dijo que fuera para allá, que estaba lindo", recuerda su amigo. "Siempre está recordando su Tacita de plata", dice Mario Escobar, otro de los íntimos del futbolista. El genio, tras años de fútbol en España donde sus juergas se hacen tan famosas como sus goles, finalmente regresa a El Salvador y comienza la vida normal del héroe repatriado. Vive cerca del estadio nacional que lleva su nombre en una colonia de clase media. "Alguna vez me dijo que quizá podía haber ahorrado un poco", recuerda Mario.
Hoy, con 58 años, sigue jugando: "Cumplí mis sueños. Mientras vivía soñaba y mientras soñaba vivía..."
"Regala los zapatos si ve a alguien descalzo por la calle", ejemplifica La Chelona. "Yo propuse que se le pagara una pensión vitalicia de 600 dólares mensuales", explica el vicepresidente de la Asamblea Nacional, Guillermo Gallegos. ¿Cómo es? "El Mágico es el Mágico. Bohemio y algo irresponsable, pero es muy querido"... Creí que la entrevista con González no se realizaría. Él no encontraba un hueco en su no agenda. Y suena el teléfono: "Soy La Chelona, te paso a Mágico, lo tengo a mi lado".
-¿De qué vive hoy Mágico? -indago.
-Tengo una vida como cualquier salvadoreño. Ni me abunda ni me falta nada.
-¿Los sueños que tenía como futbolista los ha cumplido?
-Sí. Mientras vivía soñaba y mientras soñaba vivía.
-Le comparaban con Maradona. ¿Se arrepiente de no jugar en un grande?
-No sé. Cádiz era más que suficiente para mis aspiraciones y para poder hacer algo por mi país. Llevé el nombre de El Salvador por el mundo.
-¿Sabe que pudo ser uno de los más grandes jugadores de la historia si hubiera entrenado más y hubiera querido vivir menos la noche?
-Ninguna persona puede ser quien no es. No miro quién pude ser. Hay gente más ambiciosa y lo respeto.
-¿Le molestan las leyendas que hay sobre su vida, sus vicios, sus adicciones?
-No. Entiendo que soy una persona pública.
-Muchas de las leyendas sobre usted, las desmiente.
-Yo ya fui, si es que fui, ahora toca el tiempo de que se fijen en otros.
-Sus amigos dicen que es muy generoso y ayuda a mucha gente.
-Me preocupa lo que pasa en El Salvador. Los jóvenes necesitan hacer deporte.
-Cuentan que vivió en la calle y tenía fuertes adicciones, ¿cómo está?
-Hay que conocer El Salvador. En mi época en los barrios no había tanta inseguridad y la gente se divertía en la calle. Era normal pasarla bien y verla amanecer, quizá a veces por cansancio te quedabas dormido, pero era normal. Para mí el paraíso es la vida.
Entonces se escuchan al otro lado del teléfono unos saludos efusivos... "Perdona Javier, es que estoy en un restaurante. ¿Te importa y hablamos en cinco minutos?". Y entonces Mágico, cuyo teléfono dejó de funcionar, regresó a la sombra en que se siente cómodo y a esas mañanas que si le pillan despierto va a la playa, se echa arena por encima y empieza a hacer abdominales. "Prefiero que me tengan lástima a que me tengan envidia", resume él.
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