La Tecl@ Eñe
Editor/Director: Conrado Yasenza
sábado 23 de julio de 2016
El economista Ricardo Aronskind analiza las oleadas inflacionarias que el gobierno de Cambiemos produce como resultado de la ausencia de una política antiinflacionaria seria, y de la dedicación exclusiva a aumentar la rentabilidad empresaria a costa del bienestar de la mayoría de la población.
Por Ricardo Aronskind *
(para La Tecl@ Eñe)
La continuidad del fenómeno inflacionario no nos sorprende a los economistas heterodoxos. Jamás creímos en la pobre explicación de que la inflación tiene como única causa la expansión monetaria generada por los gobiernos. Este gobierno neoliberal, precisamente, está probando la falsedad de esa teoría. Son los impactos acumulados de la batería de medidas tomadas desde el 10 de diciembre las que han generado un fuerte impacto inflacionario, reproducido con gusto por el empresario especializado en la remarcación infinita de sus productos, a costa de los consumidores. Devaluación, quita de retenciones, aumento descomunal de tarifas, apuntaron en esa dirección. Los comportamientos depredadores de los formadores de precios, en mercados más que distantes de la "libre competencia" hicieron el resto.
Desde ya, no hay interés alguno en las autoridades actuales en avanzar por el lado de las evidentes deformaciones en la cadena de distribución, ni en las cadenas de oligopolios y oligopsonios que contribuyen a esquilmar a los consumidores. La regla de oro del gobierno es: cuanto más concentrados, más derecho a ganar tienen. Eso significa que si en el camino se deben pisotear los principios de promover mercados de libre competencia planteados por Adam Smith, el padre del liberalismo económico, en aras del mayor bienestar de los agentes económicos más concentrados, no se dudará en hacerlo.
Tratándose del neoliberalismo vernáculo, lo que hoy se está haciendo era previsible.
El 10 de mayo de 2015, publiqué en el diario Página/12 un artículo denominado "Plan Inocencia" en el que me preguntaba lo siguiente: "¿Cómo puede ser que pretendientes al cargo de ministro de Economía de un nuevo ciclo neoliberal propongan un número determinado para el dólar, sin aclarar cómo piensan el conjunto de precios relativos de la economía, en otros términos, quién ganará y quién perderá con el nuevo gobierno?" y recordaba a los lectores que "La experiencia histórica argentina nos da algunas lecciones en ese sentido.En 1989, en el peor mes de la hiperinflación, el gobierno entrante de Carlos Menem intentó fijar el tipo de cambio en 650 australes por dólar, produciendo una gran devaluación del tipo de cambio oficial, y le pidió al gran empresariado que frenara las remarcaciones, para establecer un tipo de cambio real alto. La respuesta de ese sector fue impactante: continuaron remarcando a tal velocidad, que destruyeron en pocos días el esquema económico que un ministro proveniente de su mismo sector había propuesto. El capital concentrado, intentando elevar la tasa de ganancia en un contexto socialmente catastrófico, fue el que impidió la estabilización cambiaria con un tipo de cambio alto."
Tres nuevas oleadas de impulsos inflacionarios se alzan, a mediados de julio de 2016, en el horizonte de los argentinos: la reanudación del ciclo de paritarias, por parte de numerosos gremios que firmaron a comienzos del año convenios colectivos por 6 meses, aceptando en ese momento aumentos muy reducidos, para colaborar con el gobierno macrista. Ahora, con proyecciones de inflación superiores al 40%, y con el antecedente de otros gremios (bancarios, camioneros) que lograron subas cercanas al 35%, se inicia un nuevos ciclo de duras negociaciones. Lo único seguro de todo esto, es que las empresas se consideran habilitadas a trasladar esos aumentos a precios.
La segunda oleada es la del dólar. Para exportadores, pero también para industriales que necesitan mayor protección ante la amenaza de ingreso de bienes importados muy baratos (recordar que en el mundo los mercados de consumo en los grandes centros no están absorbiendo plenamente la producción, y por lo tanto buscan afanosamente mercados periféricos en donde colocar productos a precios de remate), el dólar a 15 ya no sería competitivo. Se menciona reiteradamente un nuevo salto cambiario hacia fin de año. Diversos medios de pago muestran un "salto" en las tasas de interés calculadas a seis meses, lo que presumiblemente significa que descuentan una devaluación. No hace falta decirle al lector cómo se comporta el empresariado que ha decidido que lo asiste el derecho sagrado a "dolarizar" sus ganancia, y por lo tanto sus precios. En las prácticas económicas locales, eso se traduce en traslación automática a precios de los saltos devaluatorios.
La tercera oleada tendrá el mérito de producirla el ministro Aranguren. Ya ha anticipado que los aumentos de tarifas no terminaron, y anticipó que a comienzos del año próximo vendrá otra ronda de incrementos. Si eso fuera así, no cabe duda que generaría un nuevo ciclo remarcatorio de precios. De todas formas, todo es muy incierto en el terreno tarifario, ya que la extendida reacción social ha puesto en entredicho toda la filosofía (salvaje) de la medida y es previsible un replanteo del tema, salvo que el gobierno quiera esmerilar aceleradamente su capital político.
A pesar de la contracción de la actividad económica, de la caída real del salario, del aumento preocupante del desempleo y la pobreza, lo precios seguirán aumentando en los próximos meses, contradiciendo todos los mitos económicos neoliberales.
Volviendo al mencionado artículo de mayo de 2015: "¿Qué pasaría si llega un aprendiz de brujo en el Ministerio de Economía, con el Plan Económico "Ingenuidad" bajo el brazo? Como el "consenso" conservador lo viene indicando, procedería a fijar el tipo de cambio oficial en 15 pesos. Dado que este "experto" cree en el mercado, no tomaría ninguna medida precautoria para evitar lo que parece ser un reflejo pavloviano del gran empresariado: trasladar la totalidad de incremento cambiario a precios, como si no pudiera distinguir sobre cuáles son sus costos en pesos y cuales en dólares.Es decir, en muy pocas semanas, nos encontraríamos de vuelta en el mismo o peor punto de partida cambiario en términos reales (al que tanto se critica por inconsistente y anticompetitivo), pero con mayor inflación, mayor conflictividad social – justificados reclamos sindicales mediante – y mayor incertidumbre económica. Si entonces se repitiera el experimento con más vehemencia, con una nueva meta actualizada de "dólar oficial a 30", se produciría una segunda ola inflacionaria, más aguda, con crecientes efectos recesivos. Aumentaría el desempleo, provocando creciente debilitamiento sindical, acompañado por mayor malestar social. Ante el desconcierto social, presenciaríamos un despliegue mediático enorme para instalar "nuevas" ilusiones neoliberales, explicar que aún no se ha hecho la cirugía sin anestesia "necesaria" y direccionar el malestar hacia el Estado y los políticos".
La dinámica que describíamos, más allá de una velocidad menor – explicable por un conjunto de factores políticos y sociales - es la que está produciendo en la actualidad: dado que no tienen ninguna política antiinflacionaria seria, y que se dedican exclusivamente a aumentar la rentabilidad empresaria a costa del bienestar de la mayoría de la población, el ciclo aumento de precios-conflictividad-nuevos aumentos de precios, continuará. Si se reemplaza en la secuencia anterior "conflictividad" por "devaluación", también funcionará la secuencia.
Si bien la concatenación de fracasos, de anuncios de mejoras que no se concretan, de predicciones que se revelan falsas, es una característica de los funcionarios de este gobierno, no se debe pensar que se traducen sistemáticamente en desconfianza pública o en convicción de que el rumbo está equivocado. Ese espacio de las percepciones sociales es mucho más complejo, y está fuertemente intervenido desde los medios masivos de comunicaciones, y tamizado por las matrices explicativas que circulan en la sociedad.
En ese sentido, volvemos a lo escrito hace 14 meses: "Poner en marcha un proceso de devaluaciones que no funcionen, inflación inmediata, conflictividad social creciente, desaliento y saturación comunicacional en torno a "la herencia recibida" sería solamente la transición necesaria –en términos de desmovilización y desaliento social– hacia "el verdadero plan" que sí debería contemplar medidas drásticas contra el mercado interno y por la elevación en dólares de la ganancia empresaria". La novedad, en el segundo semestre de 2016, es que "el mundo" de Cambiemos –el famoso mundo neoliberal de oportunidades y riqueza que nos está esperando para llenarnos de inversiones productivas y progresoinfinito- parece no ser cierto.
El famoso "mundo" está atravesando problemas y turbulencias que no son transitorias, sino que forman parte de un proceso de descomposición de las bases de la globalización neoliberal.
El "brexit", es decir, la decisión del Gran Bretaña de abandonar la Unión Europea, es el producto de la insatisfacción social con las consecuencias concretas de una globalización en la que sólo ganan las firmas multinacionales, y es el anticipo de nuevas tensiones y problemas en los países centrales. Los organismos internacionales no cesan de mover a la baja los pronósticos de crecimiento de la economía global.
La derecha argentina, que adoptó publicitariamente la idea del pragmatismo, se encuentra que su mundo ficcional de progreso neoliberal no existe, al mismo tiempo que ataca y comprime el mercado interno, la única carta cierta para sostener un proyecto económico y social viable en la Argentina. No hay realismo en el curso económico del gobierno, sino pulsiones de aumento de rentabilidad a partir de las demandas particulares de fracciones empresarias.
Por lo tanto, no nos podemos relacionar con lo que se está haciendo desde el gobierno como con un programa económico consistente, salvo que se piense que todo se reduce a empobrecer a los asalariados y a los sectores medios, transfiriendo riqueza hacia la cúpula social, a la espera que los empresarios se "iluminen" e inviertan.
Los próximos meses serán muy importantes en definiciones económicas, y también en cambios en el humor y las percepciones de la población.
* Economista, investigador y docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento.
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