sábado 09 de abril de 2016
El primer justicialismo fue el más revolucionario de todos los gobiernos de ese signo, y ello por varias razones, pero sobre todo por tres medidas principales: nacionalizó la banca, nacionalizó el comercio exterior y aplicó un eficiente control de precios.
Por Norberto Colominas
El primer justicialismo fue el más revolucionario de todos los gobiernos de ese signo, y ello por varias razones, pero sobre todo por tres medidas principales: nacionalizó la banca, nacionalizó el comercio exterior y aplicó un eficiente control de precios.
Con esas medidas quebró el espinazo del modelo de acumulación oligárquico, vigente hasta ese momento, basado en las exportaciones agrarias, en la conversión de las ganancias en dólares y en la evasión fiscal vía fuga de capitales, así como en la explotación de la mano de obra en la ciudad y el campo.
Ninguno de los gobiernos posteriores (ni siquiera el tercero de Perón, con Gerlbard como ministro de Economía, quien sólo dispuso el control de precios) hizo lo propio, y esa diferencia hizo toda la diferencia. Veámoslo de cerca.
El kirchnerismo fue un período progresista, sin dudas, pero se limitó a proponer un fordismo industrial con buenos salarios, protegió el mercado interno, recortó con retenciones las ganancias del campo más concentrado (no así las de la banca) y promovió una considerable inclusión social. Ese fue su mérito, pero también su límite.
Ante esta larga y concluyente experiencia histórica de 70 años, un próximo gobierno peronista (eventual) recibirá en 2019 un país nuevamente "oligarquizado", si se admite la expresión, de modo que si el PJ pretende imponer su hegemonía económica tendrá que regresar a las fuentes y disponer, una vez más, las nacionalizaciones de la banca y del comercio exterior, así como un estricto y fundamentado control de precios.
El sector más concentrado de la economía argentina, que ahora dispone nuevamente del poder político, tiene su manera de combatir la inflación, y comenzó a aplicarla como ya lo hiciera tantas veces: recorte de los salarios y por consiguiente aumento de la desocupación (en 2016 ya se perdieron 100.000 empleos). Por esa vía reducirá el consumo, ya que menores ventas significa caída de los precios y agudización (relativa) de la competencia inter burguesa. Y eso permitirá una retracción del índice inflacionario.
Perón demostró que hay una manera popular de combatir la inflación. Como se demostró en sus dos primeros gobiernos, la nacionalización del comercio exterior hará que los privados ya no manejen dólares, porque sería el estado quien vendería al exterior y cobraría en dólares, y luego pagaría en pesos a los exportadores, con lo que aseguraría un eficiente control de cambios.
Por su parte, la nacionalización de la banca pondría en manos del estado el control y la orientación del crédito, herramienta fundamental para abastecer de recursos financieros, a precios razonables, a las pymes y en general a una industria en expansión. Entre otras cosas permitiría sostener, además, la sustitución de importaciones y las exportaciones industriales con alto valor agregado.
Esta medida permitiría evitar el manejo de moneda extranjera por parte de la banca privada (incluidos la fuga de capitales, el lavado de dinero y la evasión fiscal). Y con esos recursos ahorrados podría prescindirse del financiamiento externo y, entre otras cosas, sostener la investigación nacional en ciencia y tecnología.
Finalmente, el control de precios (que la informática permite aplicar con suma eficiencia) asegurará la victoria contra la inflación, el aumento del consumo de los sectores populares y la consiguiente redistribución de ingresos a favor de la mayoría, por la vía de la estabilidad y el equilibrio de los precios relativos.
Permitiría también que los productores de alimentos recibieran un precio justo, y no como ocurre actualmente, en que todos los precios son manejados por los intermediarios y las grandes cadenas de distribución minorista, con los supermercados a la cabeza.
Pero si en las próximas elecciones nacionales se impone en el justicialismo algún candidato como Massa, Urtubey o similares, su eventual gobierno hará que consideremos al kirchnerismo como la mayor expresión de progresismo de todos los tiempos en América Latina.
El primer justicialismo fue el más revolucionario de todos los gobiernos de ese signo, y ello por varias razones, pero sobre todo por tres medidas principales: nacionalizó la banca, nacionalizó el comercio exterior y aplicó un eficiente control de precios.
JUSTICIALISMO
LA GRAN LIMITACIÓN
Perón demostró que hay una manera popular de combatir la inflación. Como se demostró en sus dos primeros gobiernos, la nacionalización del comercio exterior hará que los privados ya no manejen dólares, porque sería el estado quien vendería al exterior y cobraría en dólares, y luego pagaría en pesos a los exportadores, con lo que aseguraría un eficiente control de cambios.
Por Norberto Colominas
El primer justicialismo fue el más revolucionario de todos los gobiernos de ese signo, y ello por varias razones, pero sobre todo por tres medidas principales: nacionalizó la banca, nacionalizó el comercio exterior y aplicó un eficiente control de precios.
Con esas medidas quebró el espinazo del modelo de acumulación oligárquico, vigente hasta ese momento, basado en las exportaciones agrarias, en la conversión de las ganancias en dólares y en la evasión fiscal vía fuga de capitales, así como en la explotación de la mano de obra en la ciudad y el campo.
Ninguno de los gobiernos posteriores (ni siquiera el tercero de Perón, con Gerlbard como ministro de Economía, quien sólo dispuso el control de precios) hizo lo propio, y esa diferencia hizo toda la diferencia. Veámoslo de cerca.
El kirchnerismo fue un período progresista, sin dudas, pero se limitó a proponer un fordismo industrial con buenos salarios, protegió el mercado interno, recortó con retenciones las ganancias del campo más concentrado (no así las de la banca) y promovió una considerable inclusión social. Ese fue su mérito, pero también su límite.
Ante esta larga y concluyente experiencia histórica de 70 años, un próximo gobierno peronista (eventual) recibirá en 2019 un país nuevamente "oligarquizado", si se admite la expresión, de modo que si el PJ pretende imponer su hegemonía económica tendrá que regresar a las fuentes y disponer, una vez más, las nacionalizaciones de la banca y del comercio exterior, así como un estricto y fundamentado control de precios.
El sector más concentrado de la economía argentina, que ahora dispone nuevamente del poder político, tiene su manera de combatir la inflación, y comenzó a aplicarla como ya lo hiciera tantas veces: recorte de los salarios y por consiguiente aumento de la desocupación (en 2016 ya se perdieron 100.000 empleos). Por esa vía reducirá el consumo, ya que menores ventas significa caída de los precios y agudización (relativa) de la competencia inter burguesa. Y eso permitirá una retracción del índice inflacionario.
Perón demostró que hay una manera popular de combatir la inflación. Como se demostró en sus dos primeros gobiernos, la nacionalización del comercio exterior hará que los privados ya no manejen dólares, porque sería el estado quien vendería al exterior y cobraría en dólares, y luego pagaría en pesos a los exportadores, con lo que aseguraría un eficiente control de cambios.
Por su parte, la nacionalización de la banca pondría en manos del estado el control y la orientación del crédito, herramienta fundamental para abastecer de recursos financieros, a precios razonables, a las pymes y en general a una industria en expansión. Entre otras cosas permitiría sostener, además, la sustitución de importaciones y las exportaciones industriales con alto valor agregado.
Esta medida permitiría evitar el manejo de moneda extranjera por parte de la banca privada (incluidos la fuga de capitales, el lavado de dinero y la evasión fiscal). Y con esos recursos ahorrados podría prescindirse del financiamiento externo y, entre otras cosas, sostener la investigación nacional en ciencia y tecnología.
Finalmente, el control de precios (que la informática permite aplicar con suma eficiencia) asegurará la victoria contra la inflación, el aumento del consumo de los sectores populares y la consiguiente redistribución de ingresos a favor de la mayoría, por la vía de la estabilidad y el equilibrio de los precios relativos.
Permitiría también que los productores de alimentos recibieran un precio justo, y no como ocurre actualmente, en que todos los precios son manejados por los intermediarios y las grandes cadenas de distribución minorista, con los supermercados a la cabeza.
Pero si en las próximas elecciones nacionales se impone en el justicialismo algún candidato como Massa, Urtubey o similares, su eventual gobierno hará que consideremos al kirchnerismo como la mayor expresión de progresismo de todos los tiempos en América Latina.
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