La Tecl@ Eñe
jueves 07 de julio de 2016
Dispositivo de sugestión: los medios masivos de colonización
El actual modelo concentrado de los medios de comunicación de masas produce uniformad y reiteración de las mismas frases. Este efecto contradice las supuestas libertades que otorgan la información y los mensajes comunicacionales, afirma Nora Merlin. Este modo de construir opinión pública a partir de dispositivos de colonización de la cultura y la subjetividad pone en riesgo la concepción democrática entendida como pluralidad de voces.
Por Nora Merlin *
(para La Tecl@ Eñe)
El dispositivo, tal como lo pensó Foucault, consiste en una red formada por instituciones, leyes, reglamentos, enunciados filosóficos y científicos, que configuran una determinada subjetividad. No se trata de la intencionalidad de algunos que "mueven los hilos", sino de un entramado que emerge en un momento histórico y determina un ejercicio de saber-poder. Este inscribe los cuerpos, condicionando pensamientos, valores, conductas y opiniones, implicando una modalidad específica de administrar, controlar y disciplinar la praxis social de una cultura en sus distintos aspectos.
La época actual puede definirse por el predominio del discurso capitalista neoliberal, caracterizada por el poder de las corporaciones y del mercado financiero, el dominio de la tecnología y los medios de comunicación de masas concentrados. La prensa, la radio y la televisión fueron tomando el espacio público, convirtiéndose en dispositivos fundamentales de producción de subjetividad. Con su proliferación se fueron instalando en un lugar idealizado como garantes de "La Verdad", constituyéndose paulatinamente en la principal fuente de noticias, información, propaganda y publicidad. Fueron construyendo una cultura de masas que se alimenta día a día, y que pasó a constituirse en el modo social paradigmático del capitalismo. Operan colonizando una subjetividad que a raíz de ello resulta telecomandada: modelan, controlan y manipulan significaciones y saberes, haciéndolos funcionar como verdades que devienen comunes por efecto identificatorio. Los medios de comunicación constituyen una fuente investida de autoridad que determina que las personas acepten y obedezcan de manera inconsciente e incondicional los mensajes comunicacionales, los sentidos y la configuración de la realidad que imponen. En el capitalismo actual los medios de comunicación se convirtieron en dispositivos privilegiados de disciplinamiento social: producen una cultura de masas y una subjetividad uniformada a través de la sugestión.
En Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión (1975) Michel Foucault hace referencia al panóptico: un edificio carcelario ideada por el filósofo Jeremy Bentham hacia fines del siglo XVIII, perfecto para ejercer la vigilancia. Tiene forma de anillo, en el centro hay una torre donde se encuentra el personal de seguridad cuya función es vigilar a los presos, recluidos en celdas alrededor de la torre, sin que éstos puedan saber si son observados. El efecto buscado es inducir un permanente estado de "ser mirado" con el objetivo de que el detenido modifique conductas y se reeduque. Un dispositivo que coacciona por la eficacia de una mirada permanente, exhaustiva, que no es vista. Una mirada omnipresente vigilante constituye un control extremo y se convierte en un poder que disciplina mientras se apodera casi por completo de la subjetividad, intentando imponer una moral universal, con un saldo de culpa, apego y obediencia. Entre los medios masivos de comunicación la televisión fue adquiriendo preeminencia, constituyéndose a partir de ella una suerte de panóptico postmoderno. Se trata de una mirada permanente que atrae y produce un telespectador: un sujeto pasivo que en los ratos de ocio prende la televisión para no ver, pues cae en una suerte de ceguera ante una imagen que lo encandila. La televisión, tiranía de imágenes que gobierna, al mirarnos oculta ser una trampa en el campo escópico: produce una visión fascinada, hipnotizada, capturada por un mundo de imágenes que impide el discernimiento y el juicio crítico. El mercado se entrama con los medios de comunicación, en especial la televisión, operando como un mundo voyeur que nos mira y una voz que exige permanentemente consumo. El individuo sugestionado obedece consumiendo ilimitadamente, adquiere objetos y marcas que funcionan imaginariamente brindando una supuesta pertenencia social. En lo que se da a ver se oculta la incidencia que tiene el poder de la imagen en la constitución de una identidad vigilada, controlada, calculada y disciplinada.
El actual modelo concentrado de los medios de comunicación de masas produce gente seriada y uniformada, que repite al unísono las mismas frases. Este efecto contradice las supuestas libertades que otorgan la información y los mensajes comunicacionales. Si en apariencia amplían la libertad individual, en sentido estricto se imponen condicionando elecciones, construyendo consenso, valores, hábitos, posicionando un producto, una idea o un candidato. Este modo de construir opinión pública a partir de dispositivos de sugestión y colonización de la cultura y la subjetividad pone en riesgo la concepción democrática entendida como pluralidad de voces.
¿Qué podemos oponer a esta situación, qué estrategia adoptar frente a estos dispositivos? Advierte Jorge Alemán no confundir el plano óntico-empírico de la producción de subjetividades, con la brecha, la ruptura ontológica del sujeto dividido del inconsciente. Esto significa que no sólo hay producción neoliberal de un "sujeto emprendedor", entregado al máximo rendimiento y a la competencia ilimitada, un empresario de sí mismo que posee una ilusión de autosuficiencia en permanente tensión con lo que lo excede, siempre culpable y deudor. No todo es apropiable por el capital, ningún dispositivo de producción de subjetividad puede integrar en forma total y definitiva el advenimiento del sujeto en su condición mortal y sexuada.
Tenemos la tarea de construir el mundo con otros y para otros desde la pluralidad, configurando un espacio público de convivencia, de acción, de narración, con sentidos que se debatan y no se coagulen. Pensar lo común más allá de los dispositivos del poder mediático, evitando que se constituya en una masa uniformada, una obediencia generalizada, limitativa y aplastante. Se tratará entonces de rechazar la pasividad que implica ser un espectador o televidente manejado como una marioneta por los expertos y las recetas del mercado. Recuperar la actividad, empoderarse como ciudadanía, tomar la palabra y decidir cómo se quiere vivir, en un debate permanente porque no hay sentidos naturales, prefijados, necesarios, garantizados ni eternos. La democracia como proceso implica la construcción de una cultura particular a realizar entre los que quieran y no por el dominio de una élite propietaria de la significación, administradora del saber devenido dispositivo de poder. La condición democrática supone pluralidad de sentidos que se relacionan generando enigmáticas composiciones, produciendo de este modo comunidad. El corazón de una cultura implica un movimiento permanente, un devenir de razones, pasiones y afectos, así como el reconocimiento de los argumentos e iniciativas de los miembros, otorgando lugar, valor y dignidad a la invención popular.
* Psicoanalista (UBA)-Magister en Ciencias Políticas (IDAES)
Autora de Populismo y Psicoanálisis, Edit. Letra Viva, 2015
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