lunes, 22 de agosto de 2016

Un prócer de la radio


lunes 22 de agosto de 2016




Un prócer de la radio



Entrevista a Lalo Mir. Se lo asocia con la radio pero es mucho más que eso. Analiza los medios, opina de los argentinos, la pasión política y su paso por la actuación.






  
Por      Amadeo Lukas.

Un prócer de la radio, conocido por todos a través de decenas de ciclos en los que imprimió en el oyente esa inconfundible voz de locutor rebelde, pero también conductor, presentador, emprendedor, actor, y hasta artista plástico: ese es Lalo Mir.


– Siempre estás con mucha actividad. ¿Tu regularidad de trabajo creció en la era kirchnerista o simplemente mantuvo su frecuencia? ¿Y ahora?
– Soy un privilegiado, he tenido trabajo desde que tengo memoria en el oficio, 40 años por lo menos. Y sí, he tenido olas de mayor movimiento, y una fue durante el gobierno kirchnerista, es verdad. Haciendo radio en FM 100, en la TV Pública, en Encuentro y otros dimes y diretes. Pero también en los '80 con Alfonsín trabajé a destajo. Y con el menemismo tampoco me fue mal. Con De la Rúa hacía doblete: radio a la mañana y a la tarde noche. Ahora trato de trabajar menos, eso sí. Decía privilegiado porque mi laburo no estuvo supeditado a las políticas de coyuntura ni a los gobiernos en el poder. En general ando liviano ideológicamente.

– Pero hace unos meses hiciste uno de tus "monólogos sin respirar" acerca de Macri y fue muy ideológico y un boom.
– Sí, ese clip fue muy comentado y viralizado, aunque la gente pensó que era mío y no es así, yo simplemente lo ejecuté. Lo escribió Zlotogwiazda, a lo sumo le habré corregido alguna coma o interjección como para decirlo con más comodidad, pero no son ideas mías. Trato de decir lo que coincide en líneas generales con mi pensamiento, claro. Sobre aquel de Zloto, algunos lo vieron como ultrakirchnerista y otros como algo light, casi un aval de la gestión de gobierno, mirá vos. Para mí fue nada más que un resumido reflejo periodístico de los tres primeros meses de Macri como presidente, tratando de ser equilibrados. No me pareció tendencioso, ¡pero igual somos tan pasionales que siempre le encontraremos una inclinación indubitable!

– ¿El país es pasional, más que reflexivo?
– Parecería. La Argentina es cíclica y espasmódica, vamos de crisis en crisis, pasamos de la dicha y la felicidad a la depresión más profunda y volvemos a insertarnos en ese ciclo otra vez y a cometer los mismos errores. Es como lo que nos pasó en el fútbol hace poco con la final perdida de la Copa América, lo vivimos con esa magnitud melodramática que nos caracteriza. Más allá de que yo no sea futbolero, lo vivo exactamente igual que los demás porque me siento parte de esa pasión. Es la argentinidad al palo. No podemos negar lo que somos, es nuestro ADN.

– ¿Sufriste algún tipo de presión últimamente por decir tal o cual cosa? ¿Por el monólogo de Zloto, por ejemplo?
– No, ni presión externa ni interna. En mí actúa más una regulación interior que otra cosa. Y en general digo lo que pienso, aunque también cada vez más pienso lo que digo. Pero lo que se dice presión directa sobre lo que debo o no decir, nunca. Creo que yo no cedo esa posibilidad. Ojo que tampoco es tan relevante lo que yo pueda manifestar; soy el típico charlatán de la mesa de café, el payaso; no soy serio. Aunque muchos que se presentan como serios en la tele, a veces parecen ser los payasos.

– ¿Cómo ves los medios de comunicación actualmente? ¿Dónde se ubica la radio en ese entramado?
– Los medios de comunicación se pueden ver desde dos puntos de vista diferentes. Como medios de nuestra sociedad muestran las mismas virtudes y los mismos defectos que nosotros, son el reflejo de nuestra manifestación política más pura: espasmódicos, exagerados, contradictorios, poco serios, ¡argentos! Y como medios del nuevo mundo tecnológico, no saben ni dónde están parados. Me refiero a los medios tradicionales, claro, donde la radio es un exponente más de un paquete en el que están la televisión, los diarios y las revistas. Hoy Facebook puede que sea más importante e influyente que todos esos medios que nombré juntos. La caída de Kadafi o del gobierno egipcio empezó a través de Facebook. Trato de informarme sobre cómo se van corriendo los límites y experimentando cosas todo el tiempo, pero la digitalidad es el cambio de paradigma. Si lo pensamos desde lo lineal estamos fritos, y si bien me creo bastante digital, admito que no sé un carajo. Sigo el pensamiento lineal de un tipo analógico, aún me cuesta el 3D. Imaginate un mundo digital donde prácticamente no haya límites de espacio, de dimensión, de criterio, de nada. Quien diga que lo sabe, no sabe nada. Hoy todo es efímero, ya casi no tenemos tiempo de analizar ni pensar en los cambios que se van sucediendo.


– ¿Qué te quedó de ellos y qué pensás que le aportaste a gente como Douglas Vinci, Bobby Flores, Fernando Peña, Elizabeth Vernaci, Luis Rubio, Mario Pergolini?
– Bueno, con Mario coincidimos muy poco. Una vez un periodista me pregunta: ¿quién produce este programa? Y yo le respondo "Dios", y con eso hacía referencia un poco a él y también a Daniel Grinbank, que estuvo detrás de muchos de mis ciclos y tiene ese pelo y esa barba que lo emparentan a esa figura omnipresente. En ambos casos ellos no estaban nunca pero a la vez estaban siempre, ¿se entiende? Como el Todopoderoso. Las mejores lecciones me las dieron tipos como Héctor Larrea, Hugo Guerrero Marthineitz, Edgardo Suárez, Antonio Carrizo, Miguel Ángel Merellano, que fueron mis maestros y me enseñaron hasta la técnica. Y mi pasión me llevó hasta a estar detrás de la escena y armar y editar mis propios programas y tener un verdadero estudio en mi casa. También fui un pionero en tecnología, porque viajaba y me traía los últimos aparatos; siempre fui muy curioso, así que fui un adelantado en ese campo.

– Aprendiste mucho de esos referentes, pero también tuviste ISER, ¿no?
– Tuve ISER. Recibido en el '74 de locutor. El primer año viajaba más de siete horas en tren desde San Pedro, ida y vuelta, para estudiar ahí. El segundo año ya conseguí un modesto trabajo acá y vivía en una pensión para seguir yendo a clases.

– No tenés una finca en San Pedro pero sí una radio.
– Sí, Radio Lechiguanas, transmite por antena y es un proyecto propio muy particular, para nada standard, y además sin publicidad, sin fines de lucro. Se escucha mucho allá, quizá porque tiene una impronta muy sampedrina pero que también se abre al mundo musicalmente, porque hay tanto chamamé – el género que yo escuchaba de niño porque estamos cerca del Litoral y a orillas del río –  como rock, clásico, jazz, tango, étnico, etc.

–¿ Cómo se mantiene una radio en tiempos de YouTube, WhatsApp, Twitter, etc.? Hablando de Lechiguanas, ¿es una inversión a pérdida o te da rédito?
– Las radios desde siempre se financiaron con publicidad o con fondos públicos. Hoy en día hay pocas radios que sobreviven solo de la publicidad, y algunas tienen el privilegio de la propaganda oficial. La torta es la misma y se reparte en más porciones: la promoción directa, las redes sociales, la prensa; significan el reparto del presupuesto. Por esta transferencia de inversión, el futuro será difícil para los medios en general, aunque tal vez se desarrollen nuevos canales de financiación con la participación privada de las personas a través de las redes. Igual será al estilo Darwin, sobrevivirán solo los más fuertes. Y los que reciban ayuda del Estado también.

– La Colifata también es una radio que te toca de cerca.
– Sí, soy el padrino, esa gran idea vino de Alfredo "Viruta" Olivera, quien fue su director hasta que se fue a París a fundar Radio Citron, La Colifata francesa. Hay varias ya en el mundo, cada una con su nombre propio, pero para mí son todas "colifatas", radios que ofrecen una suerte de terapia alternativa para internados psiquiátricos que están en el umbral de la deshospitalización, y que, como paso intermedio, participan en ese proyecto que los ayuda mucho. El feedback que les da la radio es fenomenal, vos tené en cuenta que antes de eso los talleres psiquiátricos fomentaban la introspección: la pintura, la cerámica, el taller literario; el hombre consigo mismo. No, acá es todo para afuera, los internados confrontan con los oyentes, que les responden al aire, les escriben por distintos medios, etc.; los hacen traspasar los muros. Es una terapia formidable. Ahora se viene un gran encuentro de colifatas en Moscú, organizado por Viruta, así que me iré para allá.

– Lo que dijiste con respecto a los internados del Borda, que con La Colifata se abren al exterior, se puede aplicar a la inversa con lo que estás haciendo como artista plástico. ¿Será para explorar tu interioridad ante tanta exposición?
– No sé si me ayuda a encontrarme conmigo, sí a perder el tiempo. Es un arte del reciclaje, así lo llamo yo, y estoy volviendo, porque estuve muy parado con eso. Algunos piensan que trabajo con basura, pero no, son objetos en desuso, especialmente de electrónica. Ahora estoy a full con los alambres. A todos esos elementos, que voy juntando como un ciruja, les encuentro una posible expresividad para aplicar en mis obras. ¡A veces se me pasan tres horas de golpe y me doy cuenta de que tengo que buscar a mi hija al colegio! Pierdo la noción del tiempo y el espacio. Es una actividad que no tiene ningún sentido, aunque admito que me pierde.

– ¿Pensás exponer?
– Tal vez, no estoy planeando nada concreto con eso. Creo que aún me faltan obras, no tengo más de veinte presentables. Debería tener como cien como para que venga un curador y ahí sí él elija veinte. Le pasaría totalmente la posta, así, si me va mal, la culpa no es mía.

– Te tomaste años sabáticos en algún momento, ¿lo volverías a hacer?
– Lo volvería a hacer, sí, aunque te dé la sensación de saltar al vacío. Hace mucho lo hice un par de veces, en los años '90. Después me he tomado vacaciones largas de un par de meses, he viajado, pero no ya un año entero. Igual eso del año sabático es relativo, siempre estás con algo a lo que querés dedicarle más tiempo. En los '90 fueron mis hijas, y en estos tiempos mi proyecto radial de San Pedro, por ejemplo.

– ¿Encuentro en el estudio es lo mejor que hiciste para TV?
– Junto a Las patas de la mentira, un ciclo espectacular de Miguel Rodríguez Arias del que yo me siento parte porque reescribía sus guiones para después decirlos en cámara. Por sus características, ahora sería muy difícil repetir un ciclo así en televisión, fue algo único. Y el otro es también un programa que encontró su propia fórmula, no tiene un "conductor" – yo casi nunca miro la cámara – no es un ciclo documental, no es una entrevista, no es un show musical, es Encuentro en el estudio. Es todo eso y es otra cosa. Fuimos descubriendo su magia sobre la marcha, no es que la idea estuvo plasmada de entrada, al tercer programa, más o menos, nos dijimos: "Ya está, es esto, vamos con este esquema", y a partir de ahí la estructura no se tocó. Hemos tenido varios hitos, como el de Rubén Juárez, que nos dio varias claves que después empleamos, apelando a la emoción de los artistas para articular la edición del ciclo, que es su pilar fundamental, más que la realización. Encuentro en el estudio ha sido muy visto, muy premiado y muy replicado para pertenecer al cable. Especialmente esto último, ¡porque ya ha pasado los 250 millones de clips vistos en YouTube!  

– ¿Qué podés decir de tus facetas actorales?
– No es lo mío, eso está claro. En Viudas e hijos del rock and roll, donde hice mi participación más importante, me contuvieron mucho y me dirigieron muy bien. Me cuesta una barbaridad relajarme delante de una cámara en ese rol; no conduciendo, claro. Aunque la cámara en general me cuesta. Y el elenco me ayudó muchísimo, empecé a entender que era cuestión de jugar y no de "actuar" y a partir de ahí fluyó mejor. A los que hacen stand up les recomiendan que no se hagan los graciosos, que sean ellos mismos; sino son unos nabos. Ahí está la clave, una vez que me liberé del conflicto de "ser actor", pude actuar.

– Te intimida la cámara pero no el micrófono.
– El micrófono ya no, al principio sí. Las personas me intimidan, los que te están escuchando del otro lado. Saben lo que vos pensás, es intimidatorio.






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