lunes 1º de agosto de 2016
El plan para cuidar a Juliana Awada
Por Revista Veintitrés
Fué la pieza clave en tiempos de campaña. Blanca, radiante y silenciosa, Juliana Awada funcionó desde el principio como un eslabón fundamental para la construcción de la imagen decontracté del presidente Mauricio Macri. Twitter, Facebook, Instagram y Snapchat son las herramientas elegidas para mostrar a la feliz pareja, siempre lozana, siempre sonriente. Pero el desgaste y el desgano fueron más, y el perfil tuvo que bajar.
Según escribió el periodista Franco Lindner en la biografía de la primera dama, "es la que, para alegría de sus estrategas electorales, convirtió a Mauricio en un esposo enamorado y un padre querible, y lo hizo subir en las encuestas. Y es la que, además, aprobó que Antonia, su hija, se convirtiera en una pieza vital del marketing Pro".
Pero fue la propia Awada fue la que pidió oxígeno. Ocurrió después del pico de exposición que enfrentó en marzo, cuando se estrenó como oradora en el Centro Metropolitano de Diseño, frente al auditorio de colegialas y antes de la carismática Michelle Obama. Fueron algo más de tres minutos, pero en el transcurrir dubitativo supo lo que no quería volver a hacer. Inmediatamente, comunicó que prefería no hablar más en público.
Es que "la turca", como le dicen informalmente en los pasillos de la Rosada, tiene sus pruritos y comprende hasta dónde le conviene avanzar. Ariana de ley, Awada, que sabe imponerse – aunque para las fotos adopte el perfil complaciente, porque sirve más – hizo llegar al abultado equipo de comunicación del Gobierno su decisión. Basta de hablar, que a ella nadie la votó.
Además, estratégicamente tampoco sirve "quemar" todas las naves. Por eso, el equipo que comanda el propio Marcos Peña comenzó a bajar el pulgar a las notas y solo le pidió peinarse para la foto, en algunos eventos específicos. La clave en la reunión de asesores de los lunes fue "no abusar". Un relacionista público que frecuenta al entorno presidencial explica: "Juliana no está cómoda, no es política y eso no le interesa. Tampoco le gustaba que se expusiera a Antonia y cada vez que le llegaban las críticas por el uso político de la nena, lo hizo saber".
Aceptó sin quejarse posar durante horas para Vogue España en Olivos.
Aunque cuando le avisaron que la querían para Vogue – en sus versiones española y mexicana – estalló de felicidad, porque lo suyo es la moda y en ese mundo anda como pez en el agua. Conocedora de los tiempos de producción, se prestó para la extenuante sesión de fotos, y nadie le hizo preguntas incómodas.
Pero la veda mediática se quebró el 5 de julio, después de las versiones que daban cuenta de afecciones de salud del primer mandatario. Entonces, el mismo séquito que la venía cuidando le pidió que saliera a hablar. "Es una persona muy sana: no fuma, no toma, hace deportes y trabaja todos los días diez o doce horas. Tiene mucha fuerza", explicó Awada al éter aquella mañana de domingo en una comunicación escueta que ella misma cortó al aire.
Pero hubo otras razones para lanzar el operativo resguardo, que se reforzó en mayo, cuando en el sitio web de La Alameda apareció un informe que la perjudicaba. "En ese taller son superexplotados 13 costureros de origen boliviano, varios de ellos en situación migratoria irregular, o sea, sin documentación, en extenuantes jornadas de 7 a 22 hs. por la miserable suma de $ 1.800", publicaron en la organización.
No era la primera vez que Cheeky, la marca que pertenece a Awada, era denunciada penalmente. De hecho, durante la gestión de Jorge Telerman, el Gobierno de la Ciudad inspeccionó varios talleres y se denunció el estado de servidumbre de los trabajadores, y La Alameda filmó y denunció – en 2006 y en 2010 – otros talleres atribuidos a la primera dama. Esa información marcó la hora de la retirada a cuarteles de invierno.
Por eso, existió un pedido especial a Marcelo Tinelli. Un llamado a su teléfono personal, previo a lanzar "Gran Cuñado", le sugirió frenar las imitaciones que la actriz Romina Giardina preparó por tres meses. "Ya había grabado escenas, no tengo nada contra Ideas, pero me pareció raro que solo bajaran mis personajes" (N. de R.: además, iba a interpretar a Isabel Macedo). "Pregunté pero no me dijeron qué pasó", explicó la otrora bailarina del show. Esta semana, un día antes de conocerse el encuentro posible entre el conductor y el presidente (ver aparte), se confirmó que Giardina quedaba fuera de juego.
Otra buena noticia para el perfil de Awada llegó a fines de junio con el anuncio más esperado por el Gobierno: los hermanos Alejandro y Juliana olvidaron sus diferencias, después de varios años de distancia y fuego cruzado, para oficializar un reencuentro que el aparato de comunicación oficial propagó por cielo y tierra. El dato no era menor: el actor no había ido al casamiento de su hermana y llegó a comparar a Macri con Benito Mussolini. Por eso, nadie quiso perderse la foto de la primera dama en el Teatro Cervantes, junto a su madre y su sobrina, Naiara.
El equipo liderado por Peña ya no puede explotar el perfil familiar de Macri.
El cambio de estrategia fue generando nuevas posiciones en el equipo de comunicación, en el que Guillermo Riera ha tomado mayor relevancia. A cargo de la comunicación virtual, su Subsecretaría de Vínculo Ciudadano ganó espacio desde las cuentas de Twitter y Facebook, por donde pasan la mayoría de las comunicaciones no formales del Gobierno.
El menos conforme con los cambios es Jaime Durán Barba, que ve en la mujer del Presidente una fuente inagotable de salvavidas. En Juliana, Lindner escribió que a partir de un focus group que el asesor mandó a hacer sobre Awada, este le confesó que la mayoría aprobaba su rol de acompañante silenciosa: "Con ella, la gente decía 'qué bueno, no va a ser candidata esta'. 'Esta no va a ser presidenta nunca'". Mientras en el libro, que salió apresuradamente a los pocos meses de asumir el primer mandatario, el periodista intenta posicionar a Juliana casi como una estratega capaz de influir en decisiones fundamentales, el círculo íntimo confirma lo obvio: a "la turca" no le interesa, ni quiere meterse en esos menesteres. Por eso, mientras pueda, mantendrá la posición refinada y silenciosa que expone en las fotos oficiales, cultivando el bajo perfil… hasta que deba volver a poner la cara en una campaña, y no precisamente de su marca de ropa.
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