sábado 06 de agosto de 2016
Hebe es una mujer crédula, necesitada de amor por sus pérdidas, por su tragedia.
¡COMPAÑERA HEBE!
Imperfecta como lo fue mi madre y todas nuestras madres, pero tan auténtica y valiente que abruma. Certera y dura, tanto como su lengua aguda, tierna y sabia. Pero justa, absolutamente justa. Hebe me hace acordar a esas flores que crecen en el campo en medio de toscas espinas de cardo, azules como el cielo, como la libertad que junto con ella quieren encarcelar.
Quizá piensen, como en el relato de aquella película del robot invencible que viaja en el tiempo para asesinar el vientre que dará a luz al niño que, ya hombre, luchará contra el odio y la decadencia del mundo, que esa es la solución de todas sus penurias.
Así mancillarán el símbolo, lo desaparecerán de la conciencia colectiva, de la creencia popular que saluda a treinta mil cuando "apenas" fueron ocho mil novecientos, según sus oscuros contadores.
¡Hay que enjaular a esas viejas decrépitas que alumbran con su luz la oscuridad que necesitamos para nuestro plan renovador! - deben pensar -.
Suponían que la íbamos a dejar sola?
Que nos habían sobornado con sus mentiras y su increíble discurso sobre nuestro "pasado irreal"?
No se dieron cuenta que la memoria es inapelable?
Que los derechos adquiridos son inapelables?
Que la vida y su permanente flor son inapelables?
Lo son tanto como sus jardineros, los que velan desde su eterno y revolucionario cielo nuestros pasos, los que guían con su ejemplo, los que señalan tozudamente el camino del futuro.
Hebe es una mujer crédula, necesitada de amor por sus pérdidas, por su tragedia.
Imperfecta como lo fue mi madre y todas nuestras madres, pero tan auténtica y valiente que abruma.
Certera y dura, tanto como su lengua aguda, tierna y sabia.
Pero justa, absolutamente justa.
Me hace acordar a esas flores que crecen en el campo en medio de toscas espinas de cardo, azules como el cielo, como la libertad que junto con ella quieren encarcelar.
Fueron a buscar con la policía a esa mujer que se negó a recibir la dádiva de una compensación monetaria por el asesinato de sus hijos?
A sus casi noventa años?
No, son más astutos que eso; fueron a buscar nuestro miedo, nuestro silencio, nuestra traición.
No van a encontrar nada de eso, solamente amor, convicciones y memoria.
Una memoria inapelable y empecinada en recordarnos la libertad y los derechos que supimos conseguir a cada vuelta de ronda.
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