lunes, 17 de octubre de 2016

Un tiempo híbrido, mirando a 2017

  La Tecl@ Eñe  

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   Editor/Director: Conrado Yasenza  

lunes 17 de octubre de 2016


Ricardo Aronskind sostiene en este artículo que el tiempo político actual del macrismo es aún un híbrido. Por qué es un tiempo híbrido. Porque no se consolidó todavía un sistema bipartidista con un único programa económico compartido, neoliberal pro-globalización. Es decir, un sistema político que acompañe y sostenga más allá de las alternancias políticas la satelización de la economía nacional, la liquidación de Argentina como proyecto de país.



Por        Ricardo Aronskind   *
(para La Tecl@ Eñe)




El marco político de la política económica


No cabe duda que este es un tiempo híbrido, en el que no se expresa con plenitud todo el proyecto económico-social de la derecha, sino que se mantienen transitoriamente un conjunto de regulaciones e instituciones previas, hasta que puedan desprenderse de ellas. Las bases ideológicas están claras, cuando uno de los tantos funcionarios, el ministro de Educación Esteban Bullrich, plantea que “los jóvenes pobres compran balas con los subsidios que reciben”. Está claro que algo tan malo como las transferencias hacia los excluidos deben ser erradicadas, con cárceles más grandes, o con balas en poder de las fuerzas del estado.

Es un tiempo híbrido, porque aún no se ha realizado el gran trabajo necesario para poner al país disponible para “el mundo”. “El mundo”, en la jerga de la derecha argentina, es Estados Unidos y la Unión Europea, especialmente sus corporaciones y bancos.

Pero para poner a nuestro país “en disponibilidad” para la “inversión extranjera” – o dicho de otra forma, la venta de los activos materiales y empresariales a capitales externos, incluidas nuestras riquezas naturales - todavía nuestro país no está a punto.

¿Por qué? Porque aún no se consolidó un sistema bipartidista con un único programa económico compartido, neoliberal pro-globalización. O sea, un sistema político que acompañe y sostenga más allá de las alternancias políticas la satelización de la economía nacional, es decir, la liquidación de Argentina como proyecto de país.

Y porque aún no amarraron un conjunto de tratados internacionales – Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, adhesión al Tratado Trans-Pacífico (TPP), adhesión al semi-clandestino Acuerdo en Comercio de Servicios (TISA), o el ingreso a la OCDE - todos mega-acuerdos diseñados para beneficio de multinacionales y países centrales, que despojan a los países periféricos firmantes de los instrumentos básicos de autorregulación económica, lo que equivale a la pérdida concreta de soberanía sobre las cuestiones elementales del manejo del estado.

Para avanzar en esa meta histórica de la derecha argentina – por lo menos desde 1976 viene impulsando esa opción estratégica - el gobierno del PRO-UCR debe afianzar su dominio sobre el país, y lograr que su “recambio político”, ante un eventual traspié, sea otra alternativa leal al establishment y a los poderes globales: el peronismo domesticado de Massa o Urtubey.

Ese marco político, pone en el orden del día la necesidad de acotar los daños provocados al pueblo – dado que finalmente vota - al menos hasta las elecciones de medio término de 2017.

Todo hubiera sido más fácil si hubieran logrado provocarle una severa crisis final al gobierno de Cristina Kirchner, que hubiera permitido entrar directamente con el programa pleno de las corporaciones. Pero la historia no fue así, y el gobierno anterior tuvo el suficiente poder político y determinación para impedir que “los mercados” lo obligaran a hacer la contracción económica que pretendían

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¿A dónde va la economía?


Por lo pronto, el gobierno ha encarado, a máxima velocidad, la tarea de endeudar al país lo más posible entre 2016 y 2017. Como ya sabemos, la deuda externa es una fuente permanente de injerencia y condicionamientos externos, así como una excusa de la derecha local para aplicar las políticas que realmente quieren.

Los créditos externos, en este esquema, cumplen la función de suplir los fondos de los cuales el gobierno se auto-despojó (retenciones, impuestos a la minería, caída de la recaudación por recesión inducida).

Vale la pena recordar, nuevamente, que la única deuda externa pagable es aquella que se aplica a mejorar directa o indirectamente las capacidades exportadoras del país. No es lo que se está haciendo, sino que se están despilfarrando miles de millones de dólares en solventar diversos gastos corrientes del estado nacional, provincial y municipal. Los prestamistas internacionales, exultantes, acaban de premiar a Prat Gay como “el mejor ministro de finanzas del mundo”.

De todas formas, dado el contexto global actual, apostar a las exportaciones es una estrategia absolutamente miope y falta de realismo. La economía mundial está peligrosamente estancada, al punto de preocupar al Fondo Monetario Internacional (uno de los protagonistas y artífices del estancamiento), que ve en el horizonte cercano proteccionismo y conflictos entre naciones.

Algunos poderosos grupos económicos locales, han reclamado la realización de obra pública para compensar la caída de sus ventas externas, y el gobierno hará lugar al pedido durante 2017, usando préstamos externos para financiar las tareas reclamadas por el alto empresariado y cimentar al mismo tiempo alianzas políticas locales que le permitan obtener un resultado electoral satisfactorio.

Macri con el gobernador General de Australia, Peter Cosgrove



Políticas de empobrecimiento


El otro elemento incontrovertible de la gestión macrista es la caída salarial, en el sector formal, de un 10 a 15%, según sectores. Desde ya que eso es mucho para los trabajadores, pero poco desde la perspectiva de la famosa “competitividad” de la economía. Como siempre, una estrategia que no sirve para exportar más, pero sí para incrementar las ganancias empresariales. Pura política redistributiva, sin estrategia nacional. Por otra parte, todos los datos disponibles llevan a suponer que el 35% de trabajadores informales debe estar enfrentando un escenario laboral y salarial mucho peor que el que conocemos del mundo formal.

La inflación afecta diferencialmente a los diversos estratos de ingresos: es especialmente dolorosa para el 40% con menor poder adquisitivo. La secuencia con la que la política de contracción del mercado interno se va notando es políticamente importante. Aún hay amplios sectores medios que, si bien sintieron los efectos de la contracción, todavía no han debido realizar ajustes personales significativos, y entienden que lo que se hace “es necesario” para “sincerar la economía” y “ponerla sobre bases más sólidas”. Así se lo han explicado, y así lo entienden, ya que orbitan en un universo ideológico-cultural controlado por el gran capital.

El tarifazo, que pudo haber sido aún más catastrófico para los bolsillos populares y especialmente para las PyMEs, pudo también haber sido un fuerte golpe para la imagen popular del gobierno.  Paradójicamente, la resistencia en las calles y en los estrados judiciales recortó la perversidad de la medida, e impidió la caída de cientos de empresas y la destrucción de miles de puestos de trabajo, al tiempo que atemperó la imagen de “killer” del ministro-CEO del área.

Casi todas las medidas de la actual gestión económica son dañinas para la industria mediana y pequeña. La combinación de caída salarial, contracción del mercado interno, apertura de las importaciones, altas tasas de interés, violentas alzas de tarifas, corte o redireccionamiento del gasto público, son fuertemente depredadoras del tejido productivo interno. Es sorprendente que se estén destruyendo miles de puestos de trabajo concretos, reales y productivos, con la excusa de que se están generando las condiciones para que “en algún momento del futuro” vengan supuestas inversiones, supuestamente productivas, a generar supuestos puestos de trabajo, supuestamente bien remunerados… Pura ideología neoliberal, para consumo de los que quieren creer o pastan en el redil ideológico de la derecha.



Modelo conservador intensivo en marketing


Lo cierto es que este repaso por las principales características de este modelo “híbrido”, nos muestra un plano de acción pública muy concreto (redistribución a favor del capital y los ricos, endeudamiento nacional acelerado) y el resto es pura ideología basada en pensamiento mágico y hegemonía cultural conservadora. No hay ningún tipo de consistencia macroeconómica, salvo aprovechar ciertos logros kirchneristas – baja deuda externa, bajo desempleo, salarios con pequeña capacidad de ahorro - para avanzar en transferencias de ingresos sin tener resistencias sociales significativas.

Probablemente lo más peligroso sea, en el largo plazo, el endeudamiento externo. Todos los episodios de endeudamiento de las últimas décadas (básicamente Martínez de Hoz y Cavallo-Roque Fernández) pasaron “inadvertidos” mientras se tomaba deuda desaprensivamente, hasta que estallaron, simplemente porque la población no “siente” en lo cotidiano el incremento de la deuda, hasta que estallan las crisis y el estado nacional debe hacer pagar a toda la población la factura del endeudamiento.

Dentro del mundo del pensamiento mágico que los caracteriza, ha aparecido una nueva “imagen” de país a la que habría que irse acercando. Se trata de Australia, la nueva utopía macrista.

Desconocemos si esta típica operación de marketing neoliberal es exclusivamente para consumo externo, o también es “creída” por los funcionarios de Cambiemos.

Si bien no es el tema de este artículo, el modelo australiano no se adapta a la problemática argentina, porque aquel país, cuyo boom reciente estuvo asentado en la exportación masiva de minerales hacia los dinámicos mercados asiáticos, tiene cuatro veces más riquezas minerales que el nuestro, y menos de 2/3 de la población argentina. Siempre se ha señalado, con razón, que en el modelo primario-exportador sobran en nuestro país 20 millones de personas. Con el modelo sojero-minero macrista “a la australiana” seguirían sobrando todos esos millones, porque la gran minería no genera empleo masivo, y no agrega valor local. “Australia” sería el nuevo envoltorio para encubrir una nueva versión de un modelo extractivista, sin industria y sin empleo.



¿Un programa económico o un proyecto de poder?


Finalmente, una reflexión para el espacio nacional, popular, democrático, progresista o de izquierda. Es necesario proceder a una revisión profunda de la experiencia kirchnerista, sus logros, sus limitaciones, y estudiar las decisiones que llevaron a una situación de fragilidad y vulnerabilidad en los últimos años de la gestión. No cabe duda que se cometieron errores de previsión, faltó mirada estratégica y no se pudo resolver el problema sobre qué hacer en un mundo tan hostil a las experiencias autónomas, y con un empresariado tan poco dinámico como adverso a los gobiernos populares.

La derecha ha demostrado que, pese a los reiterados desastres económicos que ha provocado, ha logrado introducir en cada gestión sucesivas modificaciones estructurales que han empobrecido nuestra sociedad, han subdesarrollado nuestra economía, y han profundizado cada vez más la dependencia.

Frente a la inconsistencia e inviabilidad de mediano plazo del hacer económico de la actual derecha gobernante, más que pensar en un programa económico – hay una enorme cantidad de buenos especialistas con ideas excelentes sobre cada una de las áreas de la economía nacional -  hay que pensar en una estrategia de poder.

Es hora de estudiar las estrategias de poder de la derecha, porque poco sentido tendría querer volver a ejercer el poder ejecutivo nacional para volver a encontrarse nuevamente en la impotencia política y el bloqueo institucional para poder servir al pueblo.

Hace falta una estrategia de poder, para cambiar en serio la economía nacional.


 
  Licenciado en Economía UBA y Magíster en Relaciones Internacionales por FLACSO. Candidato a Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Investigador-docente en la Universidad Nacional de general Sarmiento, en el Instituto de Desarrollo Humano.

Profesor en la Facultad de Cs. Sociales y Cs. Económicas de la UBA. Docente en la maestría de Historia Económica en la FCE UBA, y en la Maestría en Cs. Sociales del Trabajo en el Centro de Estudios Avanzados de la UBA








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