lunes 1º de agosto de 2016
El uso político de los Juegos Olímpicos
La vuelta de un clásico. La sanción a los altletas rusos tiene antecedentes y también una explicación de tensiones políticas.
Para los nostálgicos de los '80 no solo hay lanzamientos en vinilo de los mejores discos de Depeche Mode, The Cure o Guns 'N Roses, sino que el menú incluye ahora la reedición de un clásico: la puja Washington-Moscú en los Juegos Olímpicos. Como si de un viaje en el tiempo se tratara, los casos de supuestos dopajes de atletas rusos se han convertido en una dura discusión que rememora aquellas derivadas de los boicots por razones políticas que dejaron con pocos representantes occidentales a los juegos de Moscú '80 y sin los del Este a los de Los Ángeles '84.
Por aquel entonces, en pleno apogeo de la Guerra Fría, la política de las grandes potencias determinaba la postura respecto de la concurrencia o no de los atletas a la cita deportiva. Así, luego de la invasión soviética a Afganistán en 1979, Estados Unidos decidió impulsar un boicot a los juegos que se celebraron en Moscú al año siguiente en coincidencia con el bloqueo comercial impuesto a su rival. A modo de represalia, la URSS y muchos de sus aliados del Este se ausentaron de Los Ángeles cuatro años después.
Hoy la puja es similar. Frente a la posible sanción colectiva que finalmente no se concretó contra los atletas rusos, la garrochista Yelena Isinbayeva, bicampeona olímpica en Atenas 2004 y Pekín 2008, denunció maniobras políticas detrás de las acusaciones. El presidente ruso, Vladimir Putin, acusó al Comité Olímpico Internacional (COI) de ser "un instrumento de presión geopolítica para formar una imagen negativa de países y pueblos". También lanzó dardos contra la injerencia de la Agencia Antidopaje de Estados Unidos que pidió la exclusión de su país de los Juegos de Río antes de conocerse la sanción.
Algo de razón les asiste: de los 1.639 positivos registrados en 2014, los atletas rusos solo fueron responsables de 148, seguidos de Italia, con 123, India 96 y Francia y Bélgica con 91. La diferencia radicaría en que según la acusación del COI y el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS) el Estado ruso habría diseñado un sistema para estimular y encubrir el dopaje. Las cifras indican que el problema de la utilización de sustancias prohibidas es un problema más amplio y circunscribirlo a un solo país, un error.
Las sospechas de los funcionarios rusos respecto de una mano negra detrás de las denuncias se basan en que, al igual que en el FIFAgate, provienen de arrepentidos que hacen su acto de contrición frente a autoridades o medios de comunicación estadounidenses. Toda esa información es luego prolijamente documentada por el FBI y otros organismos de inteligencia de estadounidenses, quienes la ponen a disposición de la Justicia de ese país. Es curioso, el FBI no suele intervenir en cuestiones de dopaje en su país, como lo demuestra su inacción en los escándalos que sacudieron las ligas profesionales de fútbol (NFL) y béisbol (MLB).
Como en 1980, la sanción deportiva a Rusia coincide con un bloqueo comercial vigente impulsado por Washington. La misma receta casi 40 años después. Hoy como entonces, el deporte parece ser algo demasiado importante como para dejarlo en manos de los deportistas.
* Docente UBA
http://www.veintitres.com.ar/article/details/79307/el-uso-politico-de-los-juegos-olimpicos
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