lunes, 8 de agosto de 2016

Las raíces del sindicalismo

lunes 08 de agosto de 2016



Las raíces del sindicalismo


Por      Revista Veintitrés

Política
Esta semana falleció el histórico dirigente gráfico Raimundo Ongaro (foto), fundador de la CGT de los Argentinos a fines de la década del '60. Se rebeló, entonces, contra lo que era la conducción tradicional del movimiento obrero. Fue perseguido, encarcelado y exiliado, hasta que regresó para transformarse ya en los '80 nuevamente en secretario general de su gremio.

Ongaro perteneció a una época que poco tiene que ver con el sindicalismo actual que esta semana, tímidamente, volvió a ser protagonista. El resultado sigue siendo el mismo. Para mantener sus conquistas, el movimiento obrero debe luchar. Así lo entienden los máximos dirigentes de las tres CGT, que se encaminan a un congreso de reunificación, en tanto los secretarios generales de las dos CTA, Pablo Micheli y Hugo Yasky, hace rato que están en pie de guerra contra las políticas de ajuste de Mauricio Macri. El 7 de agosto, día de San Cayetano, diversas organizaciones piqueteras nucleadas en la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular realizarán una marcha hacia Plaza de Mayo que esperan sea masiva. Por lo pronto, ocurrirá algo inédito, y es que recibirán el apoyo de los dirigentes de la CGT, contribuyendo a cerrar la grieta abierta entre trabajadores formales e informales. Para colmo, desde Roma, el papa Francisco manifestó preocupación por la desocupación en la Argentina, en un mensaje al arzobispo José María Arancedo pero que terminó impactando en el corazón del gobierno nacional. El Presidente intentó desactivar la organización en ciernes de un gran movimiento opositor de protesta, y se reunió con los principales dirigentes sindicales para acceder a un reclamo largamente postergado: la devolución de fondos retenidos de las obras sociales. También abrió la billetera para los gobernadores. Al parecer, esto no alcanzó. El riesgo es que el anunciado segundo semestre de bonanza se termine convirtiendo en una bomba de tiempo que le estalle en sus manos. 




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